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Juan Ángel Martín, director de Comerso Iberia, reflexiona sobre cómo gestionar el stock y el excedente acumulado durante el año.
Diciembre no solo huele a turrón y a cierres contables. También trae una de las grandes oportunidades del año para muchas empresas: revisar sus stocks y tomar decisiones estratégicas antes del 31 de diciembre. Lo que muchas aún no ven es que el excedente acumulado —productos inmovilizados, descatalogados o próximos a caducar— puede convertirse en una ventaja competitiva si se gestiona con inteligencia.
Y con la nueva Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario, que entré en vigor en enero de 2025, ya no se trata solo de una buena práctica: es una obligación legal.
El stock “dormido” no solo ocupa espacio. Penaliza la cuenta de resultados, consume recursos logísticos y, en muchos casos, termina destruido. Sin embargo, a partir de abril de 2026, la destrucción de alimentos aptos para el consumo estará prohibida en España.
La buena noticia es que hay formas de valorizar esos productos antes de que se conviertan en un problema. Una de las más efectivas es la donación a entidades sociales, que permite a las empresas cumplir con la ley, generar impacto positivo y, además, beneficiarse fiscalmente: las donaciones pueden deducirse hasta el 40% de su valor en el impuesto de sociedades (e incluso más en caso de recurrencia).
Pero no se trata de donar sin control. Para que una donación sea fiscalmente deducible y jurídicamente segura, debe cumplir con varios requisitos:
Es un proceso que requiere método y que puede convertirse en un triple beneficio: ahorro fiscal, impacto social y mejora reputacional. Eso sí, la clave está en actuar antes del cierre fiscal: las donaciones deben realizarse antes del 31 de diciembre para computar en el ejercicio 2025.
La nueva ley española establece una jerarquía clara para el excedente: primero prevenir, luego donar, transformar y, solo al final, reciclar. Ignorar esta secuencia ya no es una cuestión de estilo, sino de cumplimiento normativo.
En este contexto, soluciones como las de Comerso cobran un papel esencial. Pionera en la lucha contra el desperdicio en Francia y España, Comerso acompaña a las empresas en la valorización de sus excedentes, tanto alimentarios como no alimentarios, a través de una plataforma digital y logística que facilita la conexión entre empresas y asociaciones.
Su misión es clara: acelerar la transición hacia el “Desperdicio Cero” y convertir la economía circular en la norma. En 2024, Comerso ayudó a rescatar más de 130.000 toneladas de productos, redistribuir 220 millones de comidas a asociaciones y generar 300 millones de euros en ahorros para sus clientes. Todo ello con una metodología que asegura trazabilidad, cumplimiento y eficiencia. A partir de abril de 2026, los planes de prevención, acuerdos con ONGs y mecanismos de trazabilidad serán obligatorios para las grandes empresas.
Estamos en un momento donde la reputación vale tanto como los resultados. Cada kilo rescatado y donado comunica algo potente: que tu empresa está alineada con la sostenibilidad, que no tira lo que otros necesitan, que se anticipa a la regulación y que lidera con propósito.
Las compañías que integran la gestión responsable del stock en su estrategia no solo reducen costes, sino que también fortalecen su marca y la confianza de sus consumidores. Porque en tiempos donde la sostenibilidad es sinónimo de credibilidad, no hacer nada ya tiene un coste.
Por eso, antes de cerrar el ejercicio, conviene revisar el inventario con otra mirada:
Esto no es caridad. Es una estrategia empresarial. En el fondo, hablamos de algo más profundo que una ley o un incentivo fiscal: una nueva cultura de eficiencia y responsabilidad. El desperdicio —alimentario o no— es una forma de ineficiencia que las empresas modernas no pueden permitirse, ni por coste ni por lo que comunica.
Porque los balances se cierran cada diciembre, pero la reputación se construye cada día. Las compañías que actúan con coherencia, que convierten sus stocks olvidados en valor social, no solo cumplen la ley: marcan tendencia.
Y en un tiempo donde los consumidores premian la responsabilidad y penalizan la indiferencia, quizás la gran pregunta no sea cuánto stock queda en el almacén, sino cuánta visión queda en la dirección.