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Luis Valero, Senior Partner de ERA Group, reflexiona en este artículo en Retail Actual sobre la incertidumbre que plantea la inflación, los márgenes ajustados de la distribución alimentaria y un cliente que mira, y mucho, el bolsillo.
El verano de 2025 ha vuelto a situar a la industria alimentaria ante un reto ya conocido, pero con nuevas dimensiones: una inflación que presiona con fuerza y afecta de forma directa a quienes trabajan con márgenes ajustados, productos perecederos y un cliente cada vez más sensible al precio. El mes de junio cerró con un nuevo incremento en los precios, situando la inflación en el 2,3% interanual, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Estos datos hablan por sí solos. Las frutas han subido un 21,7% y los huevos un 15,3%. Para la distribución alimentaria y las tiendas gourmet, esto no solo encarece el aprovisionamiento, sino que complica enormemente la estrategia comercial. Muchos negocios deben asumir parte del sobrecoste, ya que trasladarlo íntegramente al consumidor no siempre es viable. El resultado es una erosión progresiva de la rentabilidad, precisamente en los meses clave del año.
En paralelo, se encarecen también los costes logísticos, impulsados por el aumento del precio del carburante. Esto afecta especialmente a quienes dependen de una red de distribución nacional o reciben productos frescos de proveedores diversos. Cada trayecto cuesta más, y cada ajuste se multiplica a lo largo de la cadena.
Frente a este escenario conviene actuar con precisión. Contener el gasto significa reorganizarlo con inteligencia, pero no hace falta recortar de forma indiscriminada:
Este verano, resistir no basta. Hay que anticiparse, analizar y actuar.
Artículo firmado por Luis Valero, Senior Partner de ERA Group.