por Retail Actual 19 de junio, 2025
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Rodrigo Ladrón de Guevara es CEO de Serenae, empresa española especializada en soluciones de conectividad por satélite para garantizar la continuidad operativa ante situaciones críticas como el apagón del pasado 28 de abril. 

A las 12:33 del 28 de abril, un amigo que trabaja en un supermercado de Valencia estaba cobrando la compra semanal a una familia cuando todo se paró. Las luces se mantuvieron encendidas gracias al generador, pero el datáfono marcaba error. Los clientes, nerviosos, preguntaban si podían pagar en efectivo. "Sentí mucha frustración", me contaba Manuel. En la farmacia de su barrio, la situación era muy similar: pese a tener suministro eléctrico, no había acceso a recetas electrónicas y no se podían dispensar medicamentos, aunque fuesen urgentes.

Su experiencia no fue única. Millones de españoles vivieron ese día algo que creíamos cosa del pasado: la desconexión total causada por un fallo en cascada que tumbó no solo la red eléctrica, sino las torres de telecomunicaciones que dependían de ella.

Durante décadas hemos presumido de nuestra transformación digital: bancos sin sucursales físicas, administraciones completamente digitalizadas, comercios que apenas manejan efectivo. Hemos construido una sociedad hiperconectada que funciona como un reloj suizo... hasta que algo falla.

Ese día descubrimos que habíamos cometido un error de diseño fundamental: digitalizar sin crear redundancias. Aunque logramos una recuperación relativamente rápida, vislumbramos el verdadero peligro: en ciudades el impacto fue severo, pero en zonas rurales —ya de por sí mal conectadas— cada hora sin servicio representaba un aislamiento más profundo. Sabíamos que comunidades enteras podrían quedar completamente desconectadas, y que un incidente de mayor duración podría generar consecuencias mucho más graves.

¿Cómo evitar nuevos apagones?

Lo más grave no es que ocurriera, sino que era perfectamente evitable. Durante años hemos observado cómo otros países sufrían apagones masivos o ciberataques que paralizaban sus comunicaciones. Nuestra respuesta fue siempre la misma: "Eso aquí no pasa".

Las empresas elaboraron planes de continuidad que, en la práctica, se reducían a disponer de un generador eléctrico. Las administraciones digitalizaron procesos sin crear alternativas para cuando la infraestructura fallase. Todos asumimos que la comunicación era un derecho adquirido, exponiendo especialmente a las poblaciones más vulnerables: mayores dependientes de servicios digitalizados y comunidades rurales con conectividad ya precaria.

Mientras España descubría su vulnerabilidad, en otros lugares del mundo se desarrollaban redes de respaldo y conexión satelital. Esta última, que antes era exclusiva de grandes corporaciones, parques eólicos, bases militares, embarcaciones, plataformas petrolíferas, hoy es una opción accesible para todas las empresas y sectores.

La clave no está en una sola tecnología, sino en diversificar. Así como diversificamos las inversiones financieras, necesitamos diversificar nuestras infraestructuras críticas. Redes terrestres robustas, sistemas de respaldo satelital, protocolos de emergencia analógicos y, crucialmente, planes que no dejen atrás a nadie.

Para poner esto en perspectiva: lo que factura un supermercado mediano en una sola mañana supera con creces el coste de mantener conectividad satelital de emergencia durante todo un año

¿Está España preparada para nuevos apagones?

El apagón del 28 de abril nos regaló una lección sin consecuencias catastróficas. Como ciudadanos, tenemos derecho a exigir que hospitales, bancos y administraciones inviertan en sistemas de respaldo real. Pero también debemos exigir que estas soluciones lleguen a todos los territorios, no solo a las grandes ciudades.

Las empresas que gestionan infraestructuras críticas tienen una responsabilidad ineludible: garantizar la continuidad operativa. Y las administraciones deben liderar implementando redundancias en todos los recursos públicos esenciales, con especial atención a las zonas que ya sufren brecha digital.

Tenemos todo lo necesario para convertirnos en referente europeo de resiliencia digital: empresas especializadas en múltiples tecnologías, universidades que investigan soluciones innovadoras, y la experiencia fresca de lo que significa quedarse desconectados.

La próxima vez que las luces se apaguen, queremos ser el país que siguió funcionando. Un país donde Manuel pueda seguir atendiendo a sus clientes, donde las farmacias mantengan su operativa habitual, y donde ningún territorio quede abandonado por la brecha digital.

El camino hacia esa España resiliente no depende de una sola tecnología, sino de un ecosistema diverso de soluciones. Y en ese ecosistema, la conectividad satelital tiene un papel fundamental como red de seguridad independiente que funciona cuando todo lo demás falla

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