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Sólo los datos obtenidos directamente del consumidor, de manera consentida, ofrecen valor real. Anastasia Babatzikis, Head of Marketing de Qualifio, nos explica cómo podemos conseguirlos.
La necesidad de conocer al consumidor nunca había sido tan urgente, pero tampoco tan delicada. La privacidad y la transparencia son valores irrenunciables y las marcas se enfrentan a un doble desafío: personalizar sus estrategias sin invadir la confianza del cliente.
Durante años, el sector se apoyó en datos third-party —información obtenida desde terceros— para segmentar audiencias y diseñar campañas personalizadas. Sin embargo, el fin de las cookies de terceros y la creciente regulación en materia de protección de datos han acelerado un cambio estructural: hoy, solo los datos obtenidos directamente del consumidor, de manera consentida, ofrecen valor real. Y el punto de venta, lejos de quedar relegado frente al canal digital, se ha transformado en un espacio clave para recopilar ese conocimiento de forma ética y significativa.
El punto de venta sigue siendo un escenario privilegiado de interacción humana. Es el lugar donde la experiencia física, la atención personalizada y la inmediatez generan emociones difíciles de replicar online. Aprovechar este contexto para recopilar información consentida permite transformar el contacto en conocimiento y el conocimiento en fidelidad.
En este contexto, los datos first-party y zero-party se han convertido en la piedra angular de un nuevo modelo de relación, más respetuoso, transparente y sostenible.
Cuando una marca pide al consumidor su opinión o le invita a participar en una experiencia interactiva, no solo obtiene información, sino que refuerza su vínculo emocional. La relación pasa de ser transaccional a colaborativa: el cliente deja de ser un espectador para convertirse en protagonista.
La interactividad es el catalizador que permite recopilar datos de manera natural y atractiva en el punto de venta. Juegos, encuestas digitales, sorteos o dinámicas de participación en tienda son formatos que no solo incentivan la implicación del cliente, sino que crean un entorno de confianza y consentimiento explícito.
Por ejemplo, una marca puede ofrecer una experiencia gamificada accesible en tienda a través de un código QR —como un quiz o una ruleta digital— en la que los usuarios obtienen descuentos o recompensas personalizadas a cambio de responder preguntas sobre sus preferencias. Este tipo de estrategias no solo generan engagement, sino que facilitan la recopilación de información de alta calidad sin vulnerar la privacidad.
La clave está en comunicar con transparencia: explicar qué datos se recopilan, con qué finalidad y cómo beneficiarán al propio usuario. Cuando el consumidor percibe un intercambio justo —entre su información y una experiencia relevante—, la confianza se fortalece y la percepción de marca mejora.
Los datos consentidos permiten crear estrategias de personalización responsables, centradas en el valor y no en la intrusión. Con ellos, las marcas pueden ajustar sus mensajes, ofertas y servicios en función de los intereses reales de cada cliente, mejorando la experiencia sin comprometer la privacidad.
Ya no se trata de acumular grandes volúmenes de datos, sino de obtener la información adecuada para ofrecer experiencias útiles, coherentes y personalizadas.
Los datos first-party y zero-party representan mucho más que una tendencia tecnológica: simbolizan un nuevo pacto social en el consumo. Un acuerdo en el que las marcas se comprometen a respetar la privacidad y los consumidores, a cambio, ofrecen información veraz que les permita disfrutar de experiencias más personalizadas y valiosas.
El retail del futuro no dependerá de cuánto sabe una marca sobre su cliente, sino de cuánto confía ese cliente en la marca. Y esa confianza, como los mejores datos, solo puede ganarse.
Evolución del sector retail en España