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La revista Consumer analiza la revalorización de alimentos o upcycling, permite convertir subproductos y excedentes en nuevos ingredientes de alto valor.
Uno de los grandes retos en la actualidad, es reducir la cantidad de alimentos que se descartan en las distintas fases de la cadena, desde la producción hasta el consumo, ya que estas ineficiencias tienen un impacto directo en la seguridad alimentaria, la economía y el medio ambiente. La revista Consumer ha elaborado un informe sobre la revalorización de subproductos y residuos alimentarios o upcycling: una estrategia que se engloba dentro de la filosofía de la economía circular.
Esta práctica transforma los subproductos y excedentes en nuevos alimentos destinados al consumo humano, otorgándoles un nuevo valor y convirtiendo lo que antes se desechaba en parte de la solución. Y es que repensar cómo producimos y consumimos ya no es una opción, sino una necesidad.
En casa solemos “reciclar” alimentos que se van a echar a perder o que han perdido sus propiedades iniciales integrándolos en otras preparaciones. Es una forma básica de aprovechamiento: el alimento se reutiliza casi tal cual, conservando en gran medida sus características. La revalorización va mucho más allá y se aplica a escala industrial. Aunque no existe aún una definición única, en general se entiende como la transformación de subproductos o excedentes alimentarios en ingredientes más estables y de mayor valor que la materia prima de partida.
Este proceso permite aprovechar residuos generados por la industria alimentaria –huesos, pieles, semillas, excedentes no vendidos o descartes estéticos– para obtener ingredientes nuevos con mejor textura, mayor valor nutricional o propiedades funcionales específicas que pueden utilizarse para enriquecer otros alimentos o dar lugar a otros completamente distintos.
Detrás de la revalorización hay un proceso técnico complejo. Primero, se analiza la composición del producto descartado para identificar los compuestos de interés y valorar su potencial como ingrediente. Después se aplican tecnologías específicas que permiten garantizar su seguridad, mejorar su estabilidad y, en algunos casos, conferirles una funcionalidad concreta.
Si bien la revalorización de alimentos suena prometedora, debe hacer frente a retos importantes para que representen un beneficio real. El éxito de la revalorización como alternativa sostenible dependerá de cómo se consigan armonizar todos estos factores:
La revalorización ya es una realidad en múltiples sectores de la industria alimentaria, donde subproductos que antes se desechaban encuentran nuevas aplicaciones. La pulpa y las pieles de frutas se transforman en polvos ricos en antioxidantes para yogures o bebidas funcionales; el bagazo de cerveza se utiliza como sustituto de harina para enriquecer panes y pizzas en fibra y proteína; y los huesos y pieles de pescado se convierten en suplementos de colágeno o hidrolizados proteicos.
También el suero de leche, rico en proteínas y minerales, se procesa para obtener aislados para batidos o panes enriquecidos. Las semillas de melón y calabaza dan lugar a aceites texturizados o “quesos” vegetales, mientras que la pulpa de café sirve para elaborar bebidas funcionales y complementos alimenticios. Incluso el orujo de oliva encuentra una segunda vida como harina sin gluten con alto contenido en fibra y antioxidantes. Estos ejemplos ilustran cómo la innovación permite aprovechar cada vez más recursos que antes terminaban en la basura.